lunes, 25 de abril de 2011

Explicación barata.

Aparece en mí la necesidad de encontrar momentos grandes en tamaño, la calidad da lo mismo si es que nos ponemos a pensar que en estos tiempos el significado de aquella palabra no es lo mismo que años atrás. He allí el problema.

Creer toda la vida te enseña a olvidar. Yo he olvido (entre comillas) todo, quizás, tal vez, porque no me llevo bien con los paréntesis o con esos recuerdos que son más que recuerdos. Volviendo al tema del tamaño, necesito momentos que me alegren, que me hagan llorar, que me hagan sentir viva. He ahí la calidad y he ahí lo que no entiendo.

Me inspiro en pequeños trozos de piel, en trozos de madera, pequeñas alucinaciones, de todo, en teoría. Quizás me preguntes que me lleva a cuestionar la calidad, en palabra más que en sentido, pero al fin y al cabo revoca en lo mismo. Necesito calidad en lo que veo y no veo nada. Soy ciega porque me deprime la superficialidad y me hundo en las profundos universos interiores, pues me hundo, no vuelvo nunca o quizás ya volví.

¿Cambiemos de tiempo? En la armonía frágil de la línea que nos une con el pasado encontramos de todo, incluso más bellezas por observar. Antes todos creaban, ahora todos observamos. ¡¿Qué sentido tiene?! Algún sentido debe tener, desconocido, pero debe haber. ¿Qué pasa si no hay tiempo? Miraremos a otros lados, pero no habría lado... Nada.

He allí mi mundo; todo lo que hay y todo lo que jamás habrá.

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