domingo, 8 de febrero de 2009

Pedazos de escarcha.-

Un día como cualquier otro, algo nublado, el viento no acostumbraba a ser tan helado, menos en el desierto.

La vida en esos momentos no estaba cerca mío, casi muerta psicológicamente y viviendo a través de lo que se llama mente. No carecía de alimento, de persona bastante, más que solo un poco.
No podría olvidar la agonía y el pensamiento abstracto de lo que en realidad es vida, no podría olvidar como me sentía, en aquel momento frío en que todo de repente se convierte en armonía.

Es solo frío pensaba y seguía inundando mi pensamiento con ese viento helado que aunque parezca algo retorcido me hacía contemplar la vida de manera positiva. ¿Y es que cómo? Si el frío es desesperante, pero, no tanto como no olvidar un pasado oscuro, mucho más oscuro que las nubes, que el cielo.

Y de un momento a otro, tal y cual como en un freezer pequeños pedazos de hielo cayeron del cielo, cada uno con un recuerdo, como si el tiempo viera como vivo, como existo. Y sin querer entendí como es que el frío puede calmar la angustia de no saber, quizás es porque todo lo que es igual nos hace ver la verdad, quizás porque es el propio frío el que nos hace buscar el calor dentro de lo que aún llamo humanidad.

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