sábado, 14 de abril de 2012

Querida Vida:

Atravesé el túnel, el túnel de mi vida, ese obscuro pasadizo que empieza en mí y termina en mi otro yo. Volví a su búsqueda, no hubo salida y en esos días interminables sólo encontré otra razón para dejar de ser.

Viví soñando, era una especie de manía que solía tener mi vida y de repente me desperté acurrucada en las sábanas de mal gusto. Me desperté en ese momento en que logras darte cuenta y no sólo cuenta, sino aceptar que muchas veces lo que deseaste no era lo que querías y menos lo que necesitabas. Ahí estuve yo, mirándola un par de veces por noche, instaurándome en los pasos que solía dar y no, no me la pude con tanto recuerdo, con tantas reglas ni con tan poco sentimiento. Te perdí hace años querida vida, y en el lugar que creí poder encontrarte... Seguías igual de desaparecida.

Me diste el mejor regalo de todos, pero me acostumbré a su manera distante de ser, no lo era todo por primera vez y me dolió, mucho más de lo que debes creer y aún así no fue suficiente. Discúlpame.

No me la pude, no me la pude porque realmente nunca quise eso y sí, no sé cuántas veces mencioné que soñaba con pisar su mismo suelo, con compartir el mismo techo, pero la costumbre me pasó la cuenta y no era lo mismo, no era lo que soñé. Nosotros no somos iguales, no somos lo que construimos hace años atrás.

Y ese recuerdo incesante de que hubo vida vivía en todos, menos en mí. No pude encontrarte, no pude tocarte, no pude sentirte. Sufrí. Caí, y me seguí equivocando, me partí en dos por no encontrarme y esa desalmada soledad no pertenecía a mi nombre y usted lo sabe. No me la pude, y no importaba el tiempo, ni los días, ni las palabras.

No le he contado a nadie la historia completa, es primera vez que todos mis secretos se guardan en uno y no soy capaz de hablar, ni de tragar, ni de escribir. Hay una parte de mí que siguió siendo la misma pequeña que alcanzó a conocer, volví a mis miedos por un segundo y me consumí. Disculpe mi debilidad, pero no pude participar más.

Hay una parte de mí, la más mía quizá, que entre toda esa soledad no hizo fuerte mi cuerpo, que aprendió a volar para mantenerse firme. Sí querida vida, nunca había sido tan irreal, pero por primera vez esa irrealidad no la creé yo. Solo pasó.

La de siempre y para siempre...

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