viernes, 8 de julio de 2011

Naturaleza divina.

Oí al pájaro hablar con un árbol
sentirse casi unidos por la misma gota de sudor
no era elocuente su plática
(su corazón, en cambio, discernía más que su voz)

Me quedó plasmada su mirada
tenía un tono gris en la pupila
la sentía cálida, a la vez fría
y el desierto de su mirada
me contemplo casi desvalida,
casi insensata.

¿Quién le devuelve el alma?
¿Cuántos seguirán postrados por su mirada?

¿Qué lugar del mundo tengo que ocupar
para sentirme abrigada en el amanecer?

Siguió el mismo camino de siempre
se detuvo en las rocas mojadas por la humedad
y contuvo su soledad, por un minuto,
casi eterno.

Quiso respirar, para que oyera su palpitar
y sus pulmones se entumecieron con el frío
ese frío que lo revela y lo colorea más azul.
Sus pulmones se inflaron y se empañó la soledad
esa misma compañera de todos los años.

Cayó el cielo, se opaco más su mirada
no logré verle más.

Perdí el contacto con sus ojos negros
perdí el sentido de su soledad.

2803.

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