sábado, 26 de noviembre de 2011

Pieza de teatro.

Se quedó dando vuelta la locura y el trastorno innato de la soledad. Puso un pie en la página final del libro sin leer el clímax, juntó un par de amigos en su momento para recrear el sinfín de palabras que recorrían cada espacio de esas hojas.

Imaginó que el clímax no lo era todo y sólo montó. Se quedó trabado en los tantos juegos que solía jugar cuando chico, no creía en los grandes problemas. La larga tira de su vida siempre fue el camino recto que sus padres supieron darle, se quedó estancado en las emociones fáciles, insípidas, incoloras.

Entre los garabatos del guión y la escenografía barata se paró un tiempo a pensar en lo larga y desabrida que sonaba su obra, no optó por seguir los cuentos, la tragedia no era lo suyo, pero tampoco conocía la comedia. Había que inventar una nueva categoría.

Se sintió ínfimo en su esplendo, el insípido sentimiento de cólera no le agrada ni un poco, decidió quitarse esa emoción tan fría y volver a la mecánica de su vida. Repitió unas tantas líneas para no perder el ritmo, se sintió ajeno en su propio lugar.

Nunca conoció un clímax, el único clímax que olvidó era su vida.

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