Imaginó que el clímax no lo era todo y sólo montó. Se quedó trabado en los tantos juegos que solía jugar cuando chico, no creía en los grandes problemas. La larga tira de su vida siempre fue el camino recto que sus padres supieron darle, se quedó estancado en las emociones fáciles, insípidas, incoloras.
Entre los garabatos del guión y la escenografía barata se paró un tiempo a pensar en lo larga y desabrida que sonaba su obra, no optó por seguir los cuentos, la tragedia no era lo suyo, pero tampoco conocía la comedia. Había que inventar una nueva categoría.
Se sintió ínfimo en su esplendo, el insípido sentimiento de cólera no le agrada ni un poco, decidió quitarse esa emoción tan fría y volver a la mecánica de su vida. Repitió unas tantas líneas para no perder el ritmo, se sintió ajeno en su propio lugar.
Nunca conoció un clímax, el único clímax que olvidó era su vida.
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