viernes, 18 de mayo de 2012

Diecisiete.

Sacas de mí lo desconocido, esa parte que aún no llego a tocar por mí misma. Te quedas ahí esperando respuesta, pero la única respuesta terminas siendo tú a esa cantidad de contrastes que puedo ser, y si bien no me equivoco, termino siendo toda la gama de colores. Suelo ponerme un poco gris para poder ser estándar, para debatir entre la soledad de nuestras casa y el humor gráfico de nuestras memorias, suelo esconderme allí donde duerme nuestra historia, donde construimos ese palacios color de rosas, no, debe tener otros colores, debe tener otra intención.

Pides de mí cosas que no puedo dar, que a tiempos logro hacerlo y no me entiendo, nazco de nuevo, me pierdo entre la sutileza de tu rostro, sí, tienes de mí el máximo de mis miedos, la época obscura de mi vida, tienes mi historia sembrada en tus manos y no puedo obtenerla por mi cuenta. Hay un ambos, no me sueño en soledad.

No me duele. Debe ser ese el resumen, serlo todo y sentir la nada, sentirlo todo y ser nada. Fluyo a través de esta magia y aunque me pierdo y no comprendo, me instas a tener lo que no espero, a no predecir lo sucedido. Porque todo lo bello que he visto de ti ha sido a base de las sorpresas, porque todo lo bello que he visto de ti ha sido a base de tu persona. Tu aroma me lleva a casa.

Derrites el frío que he llevado siempre, derrites una a una mis lágrimas y te sientas allí conmigo a esperar por mí, yo no podría esperarte, sueles estar ahí siempre, no te pierdes en la ficción de ti mismo, eres más real que mi persona, eres más irreal que la sociedad. Y te quiero así, distinto e impredecible, único en el estándar, te quiero a base de la agonía y del sentimiento mutuo, pero te quiero más por esa simplicidad de no verte envuelto en lo demás. 

Camino al lado de tu sonrisa y me apego al calor de tus brazos, será necesario el mundo, pero el mundo se reduce a ti, a ese mundo que logramos construir. Ese mundo en el que mi espacio sigue siendo a tu lado.

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