domingo, 22 de mayo de 2011

Muro de colores.

Me parece que el día se siente enfermo, las nubes tenues se agrupan con las más luminosas, las estrellas se desvían, hacen un camino un tanto enredado y la luna les sigue el curso, ese curso enardecido.

El tiempo es el mismo, las horas no avanzan, todo sigue igual. El teléfono no suena, las cosas no cambian de lugar, el retrato de la familia no me observa, observa todo lo demás. Camino despacio, figurando huellas, iluminando el andar con pequeños presagios, el tiempo se hace ínfimo y no logro concebirme como una estrella más en este universo.

Algo quería que no fuese, no en ese momento. Estaba todo alineado correctamente, no había nada que discutir, los colores llegaron y el frío desapareció. Las calles volvieron a ser calles y yo volví a nacer.

- Cuéntame un chiste y volveré a reír -

No reí más, miré fijamente a mi alrededor y la costumbre de hacer que todo tenga sentido no me dejo caer en inmensidad, todo era perplejo y yo no creía, no en ese momento. Mi nombre se escuchaba en todas las paredes de los árboles y no existía. Existir no era vivir y yo no era propia de las dos.

Acostumbrada a callar, acostumbrada a moldear las emociones para no sentirme frágil, me quebré. No había silencio, mas tampoco sonidos.

Normal, eso era, todo era normal. Mis emociones se incendiaron y el resto de mis palabras callaron, no había por qué sufrir, menos por qué sonreír. No había sentido, no había solución. Quedé yo inmersa en tanto espacio verde. Me llamó la atención y no supe más de mí.

- Después de todo, figuro siendo la misma cosa -

Anocheció. No volví más a aquél lugar. Los árboles se secaron y el frío aguardó la soledad. No había soledad, se me olvidó aquél detalle.

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