lunes, 2 de julio de 2012

Siempre es dos de Julio.


Dibujarte ya no es necesario, pedirte perdón tampoco lo es. Apareces todos los días a saludarme, te vas fugazmente y no sé cuando volveré a sentir tu presencia. Sabes mejor que nadie todo el asunto, creo, si es que me has escuchado.

Estás ahí queriendo estar, pero mi mente crea una pared para mantenerte lejos. ¡No! no es porque no te quiera, es porque dueles más, más que hace cuatro años atrás. No sé como devolverme, como sentir lo mejor de ti, pues ni grandes recuerdos tuyos tengo y es ahí, en ese momento, en que pierdo la cordura y no vuelvo a creer en un más allá.

Despierta mi lado un día, deja los kilómetros que nos separan y vuelve a mí. Quiéreme y recuérdamelo siempre, todos los días, como antes... Como antes de Julio.

Tú que reparas entre el desierto llano, entre las dudas infantiles y mis cariños, no me pidas perdón que no es necesario, yo debería olvidar ciertas partes de la historia y tú, tú deberías empezar a volver aunque sea un segundo, aunque sea un minúsculo minuto. Vuelve a mí, que todos te tuvieron y yo siempre estuve desierta de tu presencia.

Hoy es dos y no, no puedo obviarlo.

Y no te imaginas como duele, no sabes con qué intensidad logro contraer mi cuerpo, y esa elasticidad que no saqué de ti me deja tirada y desparramada en la avenida, en el pasillo, en tus rodillas. Miro de frente y no hay qué mirar, si estás tú esperando por mí yo no puedo ir, y no puedo, y no puedo, y no puedo seguir así, porque estás allí donde mis males comen y yo estoy aquí viviendo por mí.

No pude, disculpa, no pude. Me ganó tu presencia, me ganó la distancia. Me desperté sin ti todos los días, era la misma puta sensación, era el mismo dolor, aunque mucho más presente. Era cosa de mirarme, era cosa de que me viesen, era cosa de entrar a la habitación y darme cuenta que tú no estabas ahí esperando por mí.

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