martes, 30 de agosto de 2011

Ayer.

Pensar que el día se fue y todo sigue igual. La mañana se vuelve noche, pero la intensidad es la misma, el sol dudó en irse y se quedó iluminando eternamente. La existencia plena me absorbe con un lujo de indiferencia y nos volvemos a encontrar, donde mismo, sin puntos aparte. Se aparta el mundo de mí y yo de él, es como una teoría sin fin, todo lo que presenciamos es parte de lo que no somos y lo que somos no somos capaces de verlos. Inventar una teoría era como aprender a vivir.

Fragilidad es la palabra adecuada, no como título sino como filosofía. Me persigue la conciencia de verme débil todo el tiempo, de sentir acantilados de nostalgia y sonreír, sonreír y seguir sonriendo. Dijeron basta, pero no los seguí. Nunca lo hice y es el momento menos indicado para hacerlo.

Me inventé otra vez y la eternidad me acompañó, me dejó ser, me hizo feliz de una manera irreparable y el tiempo - maldito tiempo - me hizo fuego, me tradujo la melancolía y volví... A reír.

Estoy loca y no me molesta. Estoy loca y por alguna razón, siempre deseé estarlo.

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