viernes, 23 de septiembre de 2011

Palabras son solo palabras.

- ¿Lo viste?
- ¿De qué me hablas?
- ¿Cuál es tu afán de responderme con preguntas?
- ¿Cuál es la gracia de seguirme el juego?

Sí, era más fácil esperarte. Quererte recreaba una revolución interna, necesitaba más ánimos que desencantos, esperarte facilitaba la emoción. Sí, ya no me emocionas.

Sí, era más sencillo cuando todo no tenía sentido, cuando nadie seguía el juego de nadie... Eramos felices así, se suponía. ¿Lo eras? No importa. Estuvimos todo el tiempo debatiéndonos entre aquello que se toca y aquello que se siente. Yo preferí sentirte, disculpa por si te molestó.

No, no hay tiempo. Las oportunidades pasan y aunque vuelan, tú no eres una oportunidad para mí; siempre fuiste más que eso.

- Ahí está el problema.
- ¿De qué hablas?
- De aquello que siempre respondes y nunca contestas.
- Quizás no haya nada que decir, pero mucho por saber.

¿Entonces, cuál era el problema? Los dos. Ni con más ni menos culpas, atravesamos un sin fin de emociones para sentirnos vivos en un mundo ileso, nos reconstruimos con un centenar de problemas para poder sentir todo y se nos olvidó por un instante querernos, realmente...

- Yo creía quererte.
- ¿De qué sigues hablando?
- ¡No te entiendo!
- Lo sé, pero eso es porque no me quieres.
- ¿Ah no? ¿Acaso tú sí a mí?
- No tengo para que responderlo.
- ¡Sí, tienes que responderlo!
- No, llevo mucho tiempo soportándote. ¿No es suficiente eso?
- No...

Entonces te quiero lo suficiente para entender que no soy lo suficiente.

No hay comentarios: