sábado, 8 de mayo de 2010

Reloj inerte.-

Manejó el tiempo sin embrague, sin soluciones básicas del buen vivir. Desveló sus sueños con eternos resplandores y sin mirar atrás, soltó el espejo retrovisor.

Siguió constante su salida, procuró orar antes de cometer el asalto perfecto, se escaparon algunas lágrimas de sus ojos, esperar no era de su afán. Caminó hacia las rejas de entrada, a la puerta encerrada y a los millones de años ingleses plasmados en arquitectura.
Sacó de su vocabulario la vulgaridad y susurró a la brisa que tantas mentiras tenían que tener un final feliz... y la felicidad al escuchar su nombre escapó de su recóndito escondite, sin querer irse por siempre, se marchó.

Terminó aferrada al destino sin querer oír más gritos en su cabeza. Dio unos pasos más, avanzó cautelosamente para no ser oída y el pasto frunció el ceño después de pesadas pisoteadas que daban las suelas contra su cuerpo. A medida que los kilómetros se acortaban apareció frente su rostro aquél castillo de ensueño que siempre quiso habitar, olió su perfume de rosas y laureles. Su pensar se construyó de recuerdos débiles, pensó entrar, pero, en ése entonces la tierra prefirió actuar.

Su mano helada tocó la perilla y la perilla sintió el frío abrazador de su ama, que sintió cálido al recordarle su infancia. Persiguió su encadenamiento para abrirse luego, pero, la vejez se torna compleja cada vez que el uso es menor y ella necesitaba de algo más grande que sus ganas.

Allí observó la puerta que seguía cerrada, la perilla helada. Se percató de aquellas sustancias que nos hacen sentir emociones complejas, aquellas que no se pueden describir. Sin tiempo menor, soltó la perilla y ocultando el llanto se dirigió a la reja. Sus pasos agigantados hacían crujir el encantamiento del pasto y cuando por fin encontró su final solo fue capaz de mencionar:

"Por fin te veo venir preciado destino, me susurraste hace tiempo que el pasado no está totalmente borrado y te vine a ver para preguntarte qué ocurrió conmigo. Creí que estarías, allí, sentado a unos pasos del rectángulo de madera inválido, pero, en cambio sigues oculto, entre árboles y rosas, entre la vida y la muerte y entre el silencio y las estrellas de esta noche"

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