Ser indiscreta en la sociedad es como pegarle a la rutina y seguir amontonando razones para los cuentos. Me escapé a ese lado de la ciudad al cuál tu no perteneces, ese lado que llena de obscuridad tu mundo para decirte adiós. Me escapé porque a fin de cuentas ese no era mi hogar.
Perdí unos cuantos días en tu memoria y se hizo eterna la estadía en esas neuronas que no pude comprender, en esos infiernos que pertenecí por costumbre y los cielos en que enterraste mis peores miedos.
Necesitarte era encontrarte de alguna manera. No hubo maneras en nosotros, con el tiempo descubrí que no estábamos hechos para odiarnos.
Menos para querernos.
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