- No sé que nombre tiene, puedes apodarla como quieras.
- ¿Y si le pongo tu nombre?
- Entonces crees que tienes que pelearme.
- No es lo que creo, pero sé que es así.
- ¿Cómo lo sabes?
- Porque en cada palabra que das no encuentro reposo, en cada silencio que das me siento inconforme, pero es el cariño, el estúpido cariño el que me mantiene atada a ti.
- Eso quiero decir que yo no soy la batalla. Tú estás peleando contigo misma por algo que yo no puedo solucionar.
- Si puedes.
- Dime cómo.
- Cambia.
- Entonces no me quieres.
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