martes, 22 de diciembre de 2009

4831.-

Ayer me di el tiempo de envolver
mis dedos en el fuego
de entregar mi cuerpo al sabio Dios
y dejarme evolucionar, dejarme tocar.

Hundí mi pensamiento en el dolor
maté la neurona que llevaba el nombre
que me sabía salado, me sabía nada
ya nada entendía.

Gracias;
no por haberte ido
no por socorrer mis gritos al vacío.
La palabra se inicia en el conocimiento
ajeno de lo que no puedo borrar,
de lo que no quiero borrar aún de mí.

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