miércoles, 16 de diciembre de 2009

520.-

Derretí mis manos en tu dolor
sentí volar mi imaginación
y no dudé en tentar
todo lo que conocemos como Dios.

Así fue, como entre palabras
iluminé el vacío que tenías.
Como entre débiles encuentros
fui capaz de encontrarte armonía.

Nunca más, repetí infinitas veces
con tal de verte cegado en mi mente.
Nunca más, volví a repetir
el silencio se enmudeció y todo lo que quedó
no fue más que su dulce rencor.

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